A las 7 me levanté para aprovechar el último día. Por supuesto más playa.
Luego me dí un paseo por la isla que tiene un lago en el centro y había tres dragones de komodo que debían medir unos 2 metros cada uno, me acerqué lo suficiente para un par de fotos y ya, jeje, no parecian peligrosos, pero no me quiero arriesgar a quedarme sin alguna extremidad.
Después de comer salia el basco, ya tocaba irse, pero la verdad era suficiente, estuve muy a gusto, pero más días solo de playa son demasiados para mí.
El barco nos llevó por el mar, luego se metió en un río y nos acercó a un embarcadero pequeño donde cogimos el minibus para el aeropuerto.
Me acordé mucho de vosotros cuando vi la camiseta de los del barco, jaja.
Cuando estabamos a unos cuantos metros del aeropuesto se ponchó la rueda, pero el conductor ni se inmutó, siguió hasta llegar.
El aeropuerto era pequeñísimo y no tenían detectores ni máquinas de rayos x, así que antes de entrar nos hacían abrir las bolsas para que las registraran, pero bastante por encima.
Para hacer el check-in te pesaban junto con el equipaje de mano porque el avión era pequeño y para distribuir bien el peso, jajajaja, buenísimo.
Pero sobrevivimos, ya estoy de vuelta en Manila.
Mar
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